El Drakón
Cuando Omnigea comenzó a poblarse con las creaciones de Marimo, Sol decidió que era momento de interferir entre las especies que habitaban a su amada. Para cuidar de ella creó a veinte guardianes, cada uno distinto del otro, y los puso en huevos a incubar. Gaia cubrió estos huevos con un manto de tierra y creó así los volcanes. Cuando los guardianes nacieron de los huevos, estaban transformados en Drakones, grandes reptiles alados que podían lanzar fuego por su boca.
Cuando Omnigea se separó en los siete continentes, los drakones fueron enviados a vivir por separado para cuidar cada rincón de la tierra. Visael y Blidael fueron a vivir en Yergedo, el continente blanco. Jitael, Memael y Ferael se quedaron en Valora. Velael, Terrael, Lovael y Varmael viven en Edenia. Hatael, Solael, Farael y Rorael habitan Emisia. Puniael y Noael viven en Croslanol. Sadael, Atrael, Ludael y Dominael habitan Cóbalos. Kisael fue elegida como constelación por Damila y habita los cielos.
Los Drakones cuentan con vida eterna, otorgada por Gaia y Sol, y podían transformarse a voluntad en la criatura que quisieran. Algunos drakones se enamoraron de otras criaturas y vivieron un tiempo con ellas. Esto dio nacimiento a los hechiceros y los Drakonidos.
Los Drakones representan la voluntad y los deseos de Sol, al ser sus creaciones directas, pero también podían caer presa de malos sentimientos. Sol dictó que el momento que uno de estos guardianes se alejase de su voluntad, el destino de un héroe entre los habitantes de Gaia se cruzaría con el suyo.
Hatael, un drakón de Emisia, cayó en la envidia una vez y atacó a sus vecinos terranos. El destino lo cruzó con otro héroe, pero eso es otra historia.