La Primera Canción
Seis años estuvo Gerador como aprendiz de Xanther, el xendario que había llegado a su pueblo como trovador. A los seis años de entrenamiento, todo aprendiz debe vivir la más terrible experiencia para un trovador, su primera canción. Ahora era el tiempo de Gerador de cantar su primera canción.
Gerador tenía quince años y habían recién llegado al pueblo de Esope, donde Xanther haría que Gerador hiciera su prueba. Si la pasaba, podría comenzar sus propios viajes. Si fallaba, sería mejor regresar a casa.
Después de llegar a la plaza del pueblo, Xanther llamó la atención de las personas que pasaban para que se reunieran a escuchar al nuevo trovador. “Escuchen, gente de Esope. Hoy podrán escuchar la primera canción relatada por un futuro trovador. Sean testigos del nacimiento de un nuevo viajero y podrán escuchar una historia nunca antes escuchada” gritaba Xanther.
Gerador tomó su arpa, seguro que podía, pero al levantar la vista y ver a todos, se escuchó nada sino silencio. El miedo lo inundó. Sintiéndose ahogado, corrió entre las personas hacia una calle. Xanther corrió tras él.
“Suele suceder, es raro que resulte la primera vez” dijo Xanther una vez alcanzó a Gerador. “No hacemos esto porque es un buen trabajo, no hacemos esto porque queremos hacernos famosos. Las historias no son nuestras, son de héroes y villanos que alguna vez existieron.”
Gerador no se atrevía a levantar la mirada. “Sé que es difícil la primera vez, nos ahogamos y creemos que fallamos, pero es sólo una prueba más, y como tal debemos superarla.” Gerador comenzó a levantar la mirada.
“Yo sé que eres capaz, y ahora es el turno que tú sepas que lo eres. Aprender a enseñar es un don de pocos, y lograrlo es una meta a la que ni la mitad de esos pocos pueden llegar. Yo he sentido eso muchas veces, déjame contarte una última historia como tu maestro.”
Gerador pensó que su maestro tenía razón, debía hacer lo que creía que era correcto. “Quizás no cambie el mundo, pero no ayudaré a que siga decayendo como lo está haciendo” pensó. Volvió al centro de la plaza, tomó su arpa, volvió a mirar a todos y comenzó a cantar.
Gerador terminó su historia y el pueblo le aplaudió. Había pasado su prueba. Xanther estaba contento.
“Yo iré hacia el oeste. Ha pasado mucho tiempo y creo que es hora de volver a mi pueblo de origen, Gerador” dijo Xanther. “Te aconsejo viajar al este, tomemos caminos distintos por primera vez en seis años, joven Gerador.”
“Maestro, ¿cómo sabré dónde ir y que hacer?” preguntó Gerador. Parece que todavía tenía miedo. Dejo su casa muy joven para aprender el oficio de trovador y ahora era el turno de despedirse de su maestro.
“Lo sabrás una vez empieces a caminar, Gerador” respondió Xanther. “Yo camino hacia donde me lleve el destino. Camina hasta el este un tiempo y luego baja, tal vez encuentres algo nuevo en esos lugares.”
Gerador y Xanther se despidieron. Xanther estaba contento que su discípulo hubiese pasado la prueba. Caminó hacia su pueblo natal, con la esperanza de encontrarlo, pero esa es otra historia.
Gerador caminó con su arpa en la espalda. Recordando cada lección que Xanther le habría dado. Viajó a muchos lugares, pero esas son otras historias.
Gerador tenía quince años y habían recién llegado al pueblo de Esope, donde Xanther haría que Gerador hiciera su prueba. Si la pasaba, podría comenzar sus propios viajes. Si fallaba, sería mejor regresar a casa.
Después de llegar a la plaza del pueblo, Xanther llamó la atención de las personas que pasaban para que se reunieran a escuchar al nuevo trovador. “Escuchen, gente de Esope. Hoy podrán escuchar la primera canción relatada por un futuro trovador. Sean testigos del nacimiento de un nuevo viajero y podrán escuchar una historia nunca antes escuchada” gritaba Xanther.
Gerador tomó su arpa, seguro que podía, pero al levantar la vista y ver a todos, se escuchó nada sino silencio. El miedo lo inundó. Sintiéndose ahogado, corrió entre las personas hacia una calle. Xanther corrió tras él.
“Suele suceder, es raro que resulte la primera vez” dijo Xanther una vez alcanzó a Gerador. “No hacemos esto porque es un buen trabajo, no hacemos esto porque queremos hacernos famosos. Las historias no son nuestras, son de héroes y villanos que alguna vez existieron.”
Gerador no se atrevía a levantar la mirada. “Sé que es difícil la primera vez, nos ahogamos y creemos que fallamos, pero es sólo una prueba más, y como tal debemos superarla.” Gerador comenzó a levantar la mirada.
“Yo sé que eres capaz, y ahora es el turno que tú sepas que lo eres. Aprender a enseñar es un don de pocos, y lograrlo es una meta a la que ni la mitad de esos pocos pueden llegar. Yo he sentido eso muchas veces, déjame contarte una última historia como tu maestro.”
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Hace algunos años, no recuerdo cuantos, hubo un pequeño cantante a quien no se le permitió cantar en la plaza de la ciudad. Pero eso no lo detuvo, él buscó un pequeño callejón para cantar escondido. Las autoridades poco podían hacer, pero lo hicieron. Contrataron un grupo de cantantes, de esos que no enseñan lo correcto, sino lo que les conviene a ellos, y les permitió cantar en la plaza, cerca de donde estaba este cantante.
Eso tampoco lo detuvo, él siguió cantando. En unos pocos días, la gente que se reunía a escucharlo era la mitad. Pero esa mitad volvía siempre, todos los días, para escuchar la siguiente parte. No cantaba para un pueblo, cantaba para quienes querían escucharlo.
No salió siendo rico de ese pueblo, pero salió feliz de haber sido escuchado. Ahora esos pocos que alguna vez lo escucharon saben que aprendieron más por seguir sus propios deseos y lo que ellos creían lo correcto, que lo que los demás querían y esperaban de ellos.
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Gerador pensó que su maestro tenía razón, debía hacer lo que creía que era correcto. “Quizás no cambie el mundo, pero no ayudaré a que siga decayendo como lo está haciendo” pensó. Volvió al centro de la plaza, tomó su arpa, volvió a mirar a todos y comenzó a cantar.
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Canción al Verdadero Héroe.
Todos miraron la devastación que causó la llegada de un wyvern al pueblo. Apareció desde las montañas y pidió sacrificio por protección. “¿Qué podrían ofrecer pobres aldeanos a un majestuoso señor?” respondió el jefe del pueblo.
Al notar que nada lograría obtener en el pueblo, enloquecido, comenzó a lanzar fuego hacia las casas. Todos corrían, algunos cayeron víctimas de la ira del wyvern. “Soy R’ikac’hta, y ustedes morirán por no obedecerme!” exclamó.
R’ikac’hta elevó el vuelo y volvió a las montañas. Casi de inmediato apareció un Paladín, guerrero armado que pelea por fama y gloria de sus dioses. “Decidme dónde está el wyvern, que por mis dioses iré a acabarlo” dijo a los aldeanos.
“Señor Paladín, nuestro pueblo es bastante pobre y no tenemos mucho que ofrecerle, y en caso que pierda la batalla, no sobreviviríamos un ataque más del Gran R’ikac’hta si quiere vengarse.”
“Si pierdo, me aseguraré de pedirle en persona a los dioses por protección para ustedes. Si gano, de ustedes no pido más que se cuente en este pueblo que fueron salvados por Nietos, el Blanco, Paladín de la Orden de Serena, Diosa de la Noche.” El guerrero partió hacia las montañas.
Los aldeanos intentaban apagar el fuego de las casas y rescatar a aquellos atrapados por las llamas. “¡Ayudadme con mi hija, ella está adentro!” gritó una señora. Nadie se atrevía a entrar. Todos esperaban que otro diera el primer paso.
Un joven, un pastor que nunca había sido más valiente que sus ovejas, dio el primer paso. Corrió dentro de la casa y atravesó las llamas. Poco podía respirar, no aguantaba, pero llegó donde estaba la niña.
Pateando unas tablas que se quemaban logró hacer un agujero en una pared. El agujero era demasiado pequeño, pero alcanzaba a pasar la niña. Ella corrió llorando para que alguien ayudara al joven pastor, pero el fuego había cubierto por completo la casa.
¿De qué sirven los héroes si ellos buscan la fama y gloria para los dioses y para ellos mismos, en vez del bienestar y cuidado de los pueblos? Nadie lloró al joven pastor, no había tiempo pensaban. Todos corrieron hacia las demás casas en llamas. Algunos intentaron apagarlas, acarreando agua desde los pozos, otros entraban en pareja para rescatar a quienes estuvieran atrapados dentro.
Cuando el Paladín volvió al pueblo con las noticias de su triunfo contra R’ikac’hta, en la entrada del pueblo encontró una estatua de madera con la forma de un joven pastor, en cuya mano llevaba una vara de madera.
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Gerador terminó su historia y el pueblo le aplaudió. Había pasado su prueba. Xanther estaba contento.
“Yo iré hacia el oeste. Ha pasado mucho tiempo y creo que es hora de volver a mi pueblo de origen, Gerador” dijo Xanther. “Te aconsejo viajar al este, tomemos caminos distintos por primera vez en seis años, joven Gerador.”
“Maestro, ¿cómo sabré dónde ir y que hacer?” preguntó Gerador. Parece que todavía tenía miedo. Dejo su casa muy joven para aprender el oficio de trovador y ahora era el turno de despedirse de su maestro.
“Lo sabrás una vez empieces a caminar, Gerador” respondió Xanther. “Yo camino hacia donde me lleve el destino. Camina hasta el este un tiempo y luego baja, tal vez encuentres algo nuevo en esos lugares.”
Gerador y Xanther se despidieron. Xanther estaba contento que su discípulo hubiese pasado la prueba. Caminó hacia su pueblo natal, con la esperanza de encontrarlo, pero esa es otra historia.
Gerador caminó con su arpa en la espalda. Recordando cada lección que Xanther le habría dado. Viajó a muchos lugares, pero esas son otras historias.