Parte II – Del Ataque del Drakón
Ya se habían reunido nuestros héroes, aquellos cuyo destino sería revelado muy pronto. Estaban Miles, el misterioso hombre al que llaman príncipe; Anton, un mago que genera más preguntas que respuestas; Kúfur-ed-Erú, la gárgola guardiana de Miles; la Princesa Nienna de los Erios del Verde, que tenía la clave del viaje; Sir Viktor, un caballero que dice no tener destino más que el de su lanza; Lance, un inesperado hechicero invitado a unirse al grupo; y Priadan, invitado para ser el testigo de tan grande aventura.
Estaban reunidos a la salida del castillo de la Reina Nadivissa nuestros héroes, despidiéndose y agradeciéndole por su hospitalidad. “Llegando el momento de su destino descubrirán fuerzas en su interior que no creen que tienen” dijo la reina. “Vayan con fortuna en su viaje.”
Priadan miraba hacia todos lados, con la esperanza de ver a la princesa Amiaruen para despedirse de ella. “Ella no vendrá, joven trovador” dijo la reina. “Debe cumplir con muchas tareas de una princesa y no ha podido venir a despedirse.”
Saliendo de la ciudad, se les unió un gran grupo de drakonianos guerreros. “Ellos son mis más finos guerreros” dijo el General Ko’Krarian. “Nos acompañarán y nos serán muy útiles en lo que viene.”
“Estamos agradecidos, General” respondió Anton. “Nos servirá toda la ayuda posible durante este viaje. Ahora debemos cruzar las tierras de Dominael y dirigirnos a Rosedia. Ese es nuestro nuevo destino.”
Mientras avanzaban, Priadan pareció ver a la Princesa Amiaruen entre los árboles, pero pensó que sólo era su deseo de despedirse de ella. Hubiese querido hacerlo, pero ella tenía otras preocupaciones. Al menos eso le dijo la reina.
Rosedia estaba a cinco días de viaje. Según Anton, en ese lugar Priadan descubriría la respuesta a muchas de sus preguntas. “Cerca de Rosedia es donde conoceremos nuestros destinos, Priadan” le dijo.
El nuevo destino no era un misterio para Priadan, ya que su maestro Xanther le contó una vez sobre la creación de Rosedia, también conocida como la Gran Escuela de Magia. Fue fundada por una hechicera eria hace más de mil años, llamada Saria. Ella todavía era la directora de la escuela.
El camino no presentaría grandes dificultades si tenían suerte, ya que Dominael es bien estricto sobre quienes pueden recorrer sus dominios. Si los encontraba y decidía que su camino era bueno, los dejaría avanzar. En cambio, si decidía que su camino no era bueno, los atacaría.
Lo que no sabía Priadan era que el drakón estaba en periodo de caza. Una vez al mes, Dominael dejaba el centro de sus terrenos para alimentarse. Ellos estaban viajando durante el momento más peligroso para hacerlo.
El cuarto día de viaje, escucharon el rugido del drakón a lo lejos. “Había sido un viaje tranquilo hasta ahora. Esperemos que nos deje avanzar en paz” dijo Miles.
El más preocupado por la cercanía del drakón era Anton, que le pidió a la princesa se ocultase bajo unas mantas. “Por favor, no salga de entre estos mantos” le dijo. “Sería muy peligroso si vuelve a ocurrir lo mismo de antes.”
Un segundo rugido se sintió más cerca. Todo el grupo parecía preocupado. “No importa cuántos seamos, siempre será insuficiente contra un drakón si no está escrito en tu destino” dijo Sir Viktor.
El tercer rugido que escucharon indicaba que el drakón iba en su dirección. Priadan miró el cielo en busca de su silueta. El cuarto rugido se escuchó cuando el drakón les bloqueaba el sol, poco antes de bajar frente a los guerreros.
Dominael miró a los viajeros. Parecía prestarle más atención a Lance y al General Ko’Krarian que al resto de los viajeros. “¿Qué es lo que buscan cruzando mis dominios?” preguntó. Fue Anton quien dio un paso adelante para responder.
“Gran Dominael, nuestro destino es Rosedia. Vamos a la Gran Escuela de Magia con la esperanza de encontrar y hacer realidad nuestros destinos” dijo al drakón, que bajó la mirada para verlo. “Le pido nos deje continuar con nuestro viaje a salvo.”
Dominael no respondió. Parecía pensar sobre cada uno de los viajeros que veía. “Puedo sentir dos aromas suaves y delicados que viajan con ustedes, pero no puedo verlos” dijo.
Dominael parecía haber tomado una decisión y levantó la mirada. Pero no pudo hablar correctamente. Algo lo estaba ahogando.
Desde sus mantas salió la princesa, con sus ojos con un brillo rojo y su mano extendida al drakón. “El demonio lo ha sentido” dijo Anton. La princesa comenzó a elevarse, hasta llegar a ver a Dominael frente a frente.
“Esto no puede ser, no todavía” dijo Miles. “General, que uno de sus guerreros alcance y baje a la princesa antes que sea tarde.” Pero ya era muy tarde, antes que uno de los drakonianos le alcanzase, el drakón había acabado con la vida de la princesa de una mordida.
Con una orden del general, sus soldados se dispusieron a atacar al drakón. Cuando estuvieron cerca de él, con un batir de sus alas los lanzó contra los árboles. Luego bajó su mirada.
Todos estaban atentos a la primera acción de Dominael, pero él estaba quieto mirándolos. Los héroes también estaban inmóviles, temían que el drakón decidiese atacarlos. “Nos volvemos a encontrar, príncipe Miles” dijo Dominael en una voz que no parecía suya.
Miles dio un paso adelante y apuntó su flecha al drakón. “Esta vez no será igual, Gmemog” respondió Miles. “Acabaré contigo como debí hacerlo hace trescientos años.”
“Pero no puedes acabar conmigo en este cuerpo, príncipe. Tu destino y el de este drakón no están cruzados” dijo el drakón. “¡Ahora soy invencible!” Dominael rió. Miles lanzó su flecha, pero no atravesó la piel de la criatura.
Con una orden del General Ko’Krarian, los drakonianos atacaron a Dominael. Unos pocos tomaron a los héroes y les ayudaron a alejarse. “No es el momento de pelear ahora, Priadan. Debemos retirarnos” dijo Sir Viktor.
Dominael atacaba con sus garras y colmillos a los valerosos drakonianos, que sufrían pérdidas con cada ataque. El mismo General dirigía el ataque, dándoles órdenes a sus soldados. “Con esta espada que ha sido heredada desde que nos convertimos en nación por mis ancestros te atravesaré el corazón, demonio” dijo Ko’Krarian, con su espada en alto. “Lo haré o caeré intentándolo.”
El cuerpo del General cayó al suelo, y su espada cayó junto a él. Dos drakonianos bajaron a socorrer al General mientras los otros continuaban con el ataque. Lo llevaron donde estaban los otros guerreros.
“Hijo,” dijo el General, dirigiéndose a uno de los drakonianos que lo había rescatado, “mi destino ha llegado. Ahora Flamgo es tuya. Tómala y lidera nuestro ejército.”
El drakoniano emprendió vuelo nuevamente, en dirección a la espada de Ko’Krarian. El drakón intentó detenerlo, pero el guerrero lo esquivó volando rápidamente. Cuando llegó a la espada, la sacó de la tierra y la levantó. “Con la sangre de mi padre en la espada, acabaré con esta batalla ahora.”
Desde los árboles, una figura que se mantenía oculta observaba la batalla. Observó a los viajeros exponerse al juicio de Dominael y por un momento pensó que la miraba a ella. Estaba aterrorizada y no podía moverse. De pronto, escuchó que le hablaban a su espalda.
“Gmemog busca un cuerpo más poderoso para apoderarse de él” escuchó. “Por toda mi vida estuvo dentro mío esperando el momento de escapar. Nunca se me permitió viajar sola ni conocer a grandes guerreros. Anton lanzó un hechizo gracias al cual el demonio no se percataba de la presencia de los otros viajeros, pero es imposible ocultar la presencia de un drakón.”
“¿Qué podemos hacer ahora, princesa Nienna?” preguntó la figura. Dentro de ella parecía tener la respuesta a su propia pregunta, pero la duda no le permitía verla claramente. “¿Cómo puedo ayudarles?”
“Hay una gran fuerza dentro tuyo, lo hay dentro de todos. Yo ya no pertenezco a este mundo y las diosas me llaman” dijo la princesa Nienna y desparareció. La figura oculta pensó en lo que le dijo la princesa.
Priadan, desde su escondite entre los árboles, escuchó que lo llamaban. Siguió la voz que lo llevó hasta el lugar donde estaba la otra figura. “Gracias por venir” dijo la figura.
“¡Princesa Amiaruen!” exclamó Priadan. “¿Qué hace en este lugar? Es muy peligroso, no debió haber venido.”
“Hace algunos años se me dijo que un viajero me enseñaría el camino a mi destino. Cuando te vi llegar a Melissa supe que eras tú y quise viajar con ustedes, pero mi madre no me lo permitió, así que escapé. Ahora sé cuál es mi destino y quería agradecértelo” contó la princesa. Después se acercó a Priadan y le besó la mejilla. “Quédate en este lugar hasta que todo termine.”
Cuando Amiaruen se mostró frente al drakón, éste le prestó atención, dándole la oportunidad que el drakoniano esperaba. La espada de Ko’Krarian, Flamgo, atravesó el ojo de Dominael, quemándolo por completo. “¡Yo, Ko’Rever, cobro tu ojo por mi padre!” exclamó.
Amiaruen se le acercó, decidida a hacer todo lo posible para detener al demonio dentro del drakón. Cuando estuvo frente a Dominael, se elevó hasta estar frente a su rostro. “¿Estás sufriendo? Esa herida arderá por siempre, Gmemog. Tú decides si puedes vivir con esa herida de fuego o buscarás un cuerpo nuevo el cual poseer.”
“Inocente princesa,” dijo Gmemog, “esta herida sólo fue hecha por una mano mortal. ¿Qué dolor puede causar en un ser que vivirá por siempre? No hay nada que pueda detenerme.” Después de esto, el demonio rugió. El dolor del ojo crecía y crecía.
“La espada del General Ko’Krarian, que ahora ha heredado Ko’Rever, es Flamgo. Fue creada por los Terranos de Magma con un material entregado por Gaia misma, por eso te dolerá cada vez más. Es una espada hecha de lufu, y eso es algo que incluso a ti puede dañarte” contó la princesa.
Gmemog entendió a que se refería la princesa. Mientras siguiera dentro del drakón, la herida ardería hasta que no pudiese hacer nada más que sufrir por toda la eternidad. Necesitaba encontrar un nuevo cuerpo para poseer, uno al cual ya estuviera acostumbrado para recuperarse del dolor que estaba sintiendo.
“Te ofrezco mi cuerpo, Gmemog” dijo la princesa. “Deja a Dominael en paz y podrás tomar mi cuerpo como tu nuevo avatar. Ya conoces los cuerpos erios, no será difícil para ti entrar en uno.”
Priadan observó todo lo que pasaba. Comprendía el sacrificio que estaba haciendo la princesa, pero no estaba de acuerdo con él. Salió desde su escondite para evitar que la princesa entregara su cuerpo al demonio. Pero era tarde.
Priadan tenía a la Princesa Amiaruen en sus brazos. Ella tenía al demonio Gmemog en su interior. Estaba viva, pero no respondía a los llamados del trovador.
Dominael cayó inconsciente a tierra, la batalla había terminado. Los héroes salieron desde sus escondites para socorrer a la princesa, sabían que había sido muy grande su sacrificio. “Debemos llevarla de inmediato a Rosedia. El demonio no debe alcanzar a recuperarse antes que llegue el día, o podría intentar escapar de nuevo” dijo Anton.
Decidieron continuar con su viaje de inmediato...
Estaban reunidos a la salida del castillo de la Reina Nadivissa nuestros héroes, despidiéndose y agradeciéndole por su hospitalidad. “Llegando el momento de su destino descubrirán fuerzas en su interior que no creen que tienen” dijo la reina. “Vayan con fortuna en su viaje.”
Priadan miraba hacia todos lados, con la esperanza de ver a la princesa Amiaruen para despedirse de ella. “Ella no vendrá, joven trovador” dijo la reina. “Debe cumplir con muchas tareas de una princesa y no ha podido venir a despedirse.”
Saliendo de la ciudad, se les unió un gran grupo de drakonianos guerreros. “Ellos son mis más finos guerreros” dijo el General Ko’Krarian. “Nos acompañarán y nos serán muy útiles en lo que viene.”
“Estamos agradecidos, General” respondió Anton. “Nos servirá toda la ayuda posible durante este viaje. Ahora debemos cruzar las tierras de Dominael y dirigirnos a Rosedia. Ese es nuestro nuevo destino.”
Mientras avanzaban, Priadan pareció ver a la Princesa Amiaruen entre los árboles, pero pensó que sólo era su deseo de despedirse de ella. Hubiese querido hacerlo, pero ella tenía otras preocupaciones. Al menos eso le dijo la reina.
Una larga cabellera dorada
Ojos claros como el día
De tez blanca y delicada
Y una hermosa sonrisa.
Recuerda las diferencias
Entre un trovador y una princesa
No tiene derecho a intervenir
Un viajero en la nobleza.
Ojos claros como el día
De tez blanca y delicada
Y una hermosa sonrisa.
Recuerda las diferencias
Entre un trovador y una princesa
No tiene derecho a intervenir
Un viajero en la nobleza.
Rosedia estaba a cinco días de viaje. Según Anton, en ese lugar Priadan descubriría la respuesta a muchas de sus preguntas. “Cerca de Rosedia es donde conoceremos nuestros destinos, Priadan” le dijo.
El nuevo destino no era un misterio para Priadan, ya que su maestro Xanther le contó una vez sobre la creación de Rosedia, también conocida como la Gran Escuela de Magia. Fue fundada por una hechicera eria hace más de mil años, llamada Saria. Ella todavía era la directora de la escuela.
El camino no presentaría grandes dificultades si tenían suerte, ya que Dominael es bien estricto sobre quienes pueden recorrer sus dominios. Si los encontraba y decidía que su camino era bueno, los dejaría avanzar. En cambio, si decidía que su camino no era bueno, los atacaría.
Valles adornados de verde
Por el centro un gran río
Un aire cálido se sentía
Que evitaba tuvieras frío.
Siempre en el centro
Descansaba el drakón
Esperando el momento
De tomar una decisión.
Por el centro un gran río
Un aire cálido se sentía
Que evitaba tuvieras frío.
Siempre en el centro
Descansaba el drakón
Esperando el momento
De tomar una decisión.
Lo que no sabía Priadan era que el drakón estaba en periodo de caza. Una vez al mes, Dominael dejaba el centro de sus terrenos para alimentarse. Ellos estaban viajando durante el momento más peligroso para hacerlo.
El cuarto día de viaje, escucharon el rugido del drakón a lo lejos. “Había sido un viaje tranquilo hasta ahora. Esperemos que nos deje avanzar en paz” dijo Miles.
El más preocupado por la cercanía del drakón era Anton, que le pidió a la princesa se ocultase bajo unas mantas. “Por favor, no salga de entre estos mantos” le dijo. “Sería muy peligroso si vuelve a ocurrir lo mismo de antes.”
Un segundo rugido se sintió más cerca. Todo el grupo parecía preocupado. “No importa cuántos seamos, siempre será insuficiente contra un drakón si no está escrito en tu destino” dijo Sir Viktor.
El tercer rugido que escucharon indicaba que el drakón iba en su dirección. Priadan miró el cielo en busca de su silueta. El cuarto rugido se escuchó cuando el drakón les bloqueaba el sol, poco antes de bajar frente a los guerreros.
Creación directa de Fuego
Nació como un protector
Con el don de la decisión
Fue bautizado el drakón.
Sus escamas rojas como la lava
Y unas alas gigantes
Eran la raíz del temor
De quién él estuviera delante.
Nació como un protector
Con el don de la decisión
Fue bautizado el drakón.
Sus escamas rojas como la lava
Y unas alas gigantes
Eran la raíz del temor
De quién él estuviera delante.
Dominael miró a los viajeros. Parecía prestarle más atención a Lance y al General Ko’Krarian que al resto de los viajeros. “¿Qué es lo que buscan cruzando mis dominios?” preguntó. Fue Anton quien dio un paso adelante para responder.
“Gran Dominael, nuestro destino es Rosedia. Vamos a la Gran Escuela de Magia con la esperanza de encontrar y hacer realidad nuestros destinos” dijo al drakón, que bajó la mirada para verlo. “Le pido nos deje continuar con nuestro viaje a salvo.”
Dominael no respondió. Parecía pensar sobre cada uno de los viajeros que veía. “Puedo sentir dos aromas suaves y delicados que viajan con ustedes, pero no puedo verlos” dijo.
Si la meta era justa
Llegaríamos a destino
Si la meta se desviaba
El castigo sería decidido.
Quizás en algún lugar
Nos podrían encontrar
Un delicado motivo
Para el viaje evitar.
Llegaríamos a destino
Si la meta se desviaba
El castigo sería decidido.
Quizás en algún lugar
Nos podrían encontrar
Un delicado motivo
Para el viaje evitar.
Dominael parecía haber tomado una decisión y levantó la mirada. Pero no pudo hablar correctamente. Algo lo estaba ahogando.
Desde sus mantas salió la princesa, con sus ojos con un brillo rojo y su mano extendida al drakón. “El demonio lo ha sentido” dijo Anton. La princesa comenzó a elevarse, hasta llegar a ver a Dominael frente a frente.
“Esto no puede ser, no todavía” dijo Miles. “General, que uno de sus guerreros alcance y baje a la princesa antes que sea tarde.” Pero ya era muy tarde, antes que uno de los drakonianos le alcanzase, el drakón había acabado con la vida de la princesa de una mordida.
Ojos negros y profundos
Que en todos causaban miedo
Un aliento hecho de llamas
Que a todo prendía fuego.
Ya no era el justo drakón
Quien delante de ellos estaba
Sino algo más poderoso
Que liberado se les enfrentaba.
Que en todos causaban miedo
Un aliento hecho de llamas
Que a todo prendía fuego.
Ya no era el justo drakón
Quien delante de ellos estaba
Sino algo más poderoso
Que liberado se les enfrentaba.
Con una orden del general, sus soldados se dispusieron a atacar al drakón. Cuando estuvieron cerca de él, con un batir de sus alas los lanzó contra los árboles. Luego bajó su mirada.
Todos estaban atentos a la primera acción de Dominael, pero él estaba quieto mirándolos. Los héroes también estaban inmóviles, temían que el drakón decidiese atacarlos. “Nos volvemos a encontrar, príncipe Miles” dijo Dominael en una voz que no parecía suya.
Miles dio un paso adelante y apuntó su flecha al drakón. “Esta vez no será igual, Gmemog” respondió Miles. “Acabaré contigo como debí hacerlo hace trescientos años.”
“Pero no puedes acabar conmigo en este cuerpo, príncipe. Tu destino y el de este drakón no están cruzados” dijo el drakón. “¡Ahora soy invencible!” Dominael rió. Miles lanzó su flecha, pero no atravesó la piel de la criatura.
Con una orden del General Ko’Krarian, los drakonianos atacaron a Dominael. Unos pocos tomaron a los héroes y les ayudaron a alejarse. “No es el momento de pelear ahora, Priadan. Debemos retirarnos” dijo Sir Viktor.
Dominael atacaba con sus garras y colmillos a los valerosos drakonianos, que sufrían pérdidas con cada ataque. El mismo General dirigía el ataque, dándoles órdenes a sus soldados. “Con esta espada que ha sido heredada desde que nos convertimos en nación por mis ancestros te atravesaré el corazón, demonio” dijo Ko’Krarian, con su espada en alto. “Lo haré o caeré intentándolo.”
Contra grandes garras
Y filosos colmillos
Los ataques del guerrero
Chocaban los filos.
Pero el destino de nuestro héroe
Ya había sido decidido
Con un gran choque en el aire
El General había caído.
Y filosos colmillos
Los ataques del guerrero
Chocaban los filos.
Pero el destino de nuestro héroe
Ya había sido decidido
Con un gran choque en el aire
El General había caído.
El cuerpo del General cayó al suelo, y su espada cayó junto a él. Dos drakonianos bajaron a socorrer al General mientras los otros continuaban con el ataque. Lo llevaron donde estaban los otros guerreros.
“Hijo,” dijo el General, dirigiéndose a uno de los drakonianos que lo había rescatado, “mi destino ha llegado. Ahora Flamgo es tuya. Tómala y lidera nuestro ejército.”
El drakoniano emprendió vuelo nuevamente, en dirección a la espada de Ko’Krarian. El drakón intentó detenerlo, pero el guerrero lo esquivó volando rápidamente. Cuando llegó a la espada, la sacó de la tierra y la levantó. “Con la sangre de mi padre en la espada, acabaré con esta batalla ahora.”
Desde los árboles, una figura que se mantenía oculta observaba la batalla. Observó a los viajeros exponerse al juicio de Dominael y por un momento pensó que la miraba a ella. Estaba aterrorizada y no podía moverse. De pronto, escuchó que le hablaban a su espalda.
A su espalda le hablaban
Pero no sintió temor
Pues conocía quien era la dueña
De aquella cálida voz.
Una historia sobre destinos
Y un poderoso hechizo
Que en una tragedia
En mala fortuna se deshizo.
Pero no sintió temor
Pues conocía quien era la dueña
De aquella cálida voz.
Una historia sobre destinos
Y un poderoso hechizo
Que en una tragedia
En mala fortuna se deshizo.
“Gmemog busca un cuerpo más poderoso para apoderarse de él” escuchó. “Por toda mi vida estuvo dentro mío esperando el momento de escapar. Nunca se me permitió viajar sola ni conocer a grandes guerreros. Anton lanzó un hechizo gracias al cual el demonio no se percataba de la presencia de los otros viajeros, pero es imposible ocultar la presencia de un drakón.”
“¿Qué podemos hacer ahora, princesa Nienna?” preguntó la figura. Dentro de ella parecía tener la respuesta a su propia pregunta, pero la duda no le permitía verla claramente. “¿Cómo puedo ayudarles?”
“Hay una gran fuerza dentro tuyo, lo hay dentro de todos. Yo ya no pertenezco a este mundo y las diosas me llaman” dijo la princesa Nienna y desparareció. La figura oculta pensó en lo que le dijo la princesa.
Priadan, desde su escondite entre los árboles, escuchó que lo llamaban. Siguió la voz que lo llevó hasta el lugar donde estaba la otra figura. “Gracias por venir” dijo la figura.
“¡Princesa Amiaruen!” exclamó Priadan. “¿Qué hace en este lugar? Es muy peligroso, no debió haber venido.”
“Hace algunos años se me dijo que un viajero me enseñaría el camino a mi destino. Cuando te vi llegar a Melissa supe que eras tú y quise viajar con ustedes, pero mi madre no me lo permitió, así que escapé. Ahora sé cuál es mi destino y quería agradecértelo” contó la princesa. Después se acercó a Priadan y le besó la mejilla. “Quédate en este lugar hasta que todo termine.”
Oculta en su corazón
La respuesta que buscaba
Pero la duda que tenía
Siempre se la ocultaba.
Ver al viajero ayudó
A liberar la presión
Habría descubierto así
La esperada solución.
La respuesta que buscaba
Pero la duda que tenía
Siempre se la ocultaba.
Ver al viajero ayudó
A liberar la presión
Habría descubierto así
La esperada solución.
Cuando Amiaruen se mostró frente al drakón, éste le prestó atención, dándole la oportunidad que el drakoniano esperaba. La espada de Ko’Krarian, Flamgo, atravesó el ojo de Dominael, quemándolo por completo. “¡Yo, Ko’Rever, cobro tu ojo por mi padre!” exclamó.
Amiaruen se le acercó, decidida a hacer todo lo posible para detener al demonio dentro del drakón. Cuando estuvo frente a Dominael, se elevó hasta estar frente a su rostro. “¿Estás sufriendo? Esa herida arderá por siempre, Gmemog. Tú decides si puedes vivir con esa herida de fuego o buscarás un cuerpo nuevo el cual poseer.”
“Inocente princesa,” dijo Gmemog, “esta herida sólo fue hecha por una mano mortal. ¿Qué dolor puede causar en un ser que vivirá por siempre? No hay nada que pueda detenerme.” Después de esto, el demonio rugió. El dolor del ojo crecía y crecía.
“La espada del General Ko’Krarian, que ahora ha heredado Ko’Rever, es Flamgo. Fue creada por los Terranos de Magma con un material entregado por Gaia misma, por eso te dolerá cada vez más. Es una espada hecha de lufu, y eso es algo que incluso a ti puede dañarte” contó la princesa.
Gmemog entendió a que se refería la princesa. Mientras siguiera dentro del drakón, la herida ardería hasta que no pudiese hacer nada más que sufrir por toda la eternidad. Necesitaba encontrar un nuevo cuerpo para poseer, uno al cual ya estuviera acostumbrado para recuperarse del dolor que estaba sintiendo.
“Te ofrezco mi cuerpo, Gmemog” dijo la princesa. “Deja a Dominael en paz y podrás tomar mi cuerpo como tu nuevo avatar. Ya conoces los cuerpos erios, no será difícil para ti entrar en uno.”
Priadan observó todo lo que pasaba. Comprendía el sacrificio que estaba haciendo la princesa, pero no estaba de acuerdo con él. Salió desde su escondite para evitar que la princesa entregara su cuerpo al demonio. Pero era tarde.
Entregó su cuerpo la princesa
En un noble sacrificio
Esperando llevar al demonio
Frente al día de su juicio.
Quedó en silencio y delicada
No podía contener el dolor
Desde el aire cayó inconsciente
En los brazos del trovador.
En un noble sacrificio
Esperando llevar al demonio
Frente al día de su juicio.
Quedó en silencio y delicada
No podía contener el dolor
Desde el aire cayó inconsciente
En los brazos del trovador.
Priadan tenía a la Princesa Amiaruen en sus brazos. Ella tenía al demonio Gmemog en su interior. Estaba viva, pero no respondía a los llamados del trovador.
Dominael cayó inconsciente a tierra, la batalla había terminado. Los héroes salieron desde sus escondites para socorrer a la princesa, sabían que había sido muy grande su sacrificio. “Debemos llevarla de inmediato a Rosedia. El demonio no debe alcanzar a recuperarse antes que llegue el día, o podría intentar escapar de nuevo” dijo Anton.
Decidieron continuar con su viaje de inmediato...